martes, 28 de marzo de 2017

Japón 2017, Kioto entre 1000 toris

Hoy quiero empezar la reseña del día haciendo una pequeña aclaración, que no debería ser necesaria pero ya sabemos que, en estos tiempos que corren, mejor que sobren que no que falten. Naturalmente las opiniones que vierto sobre el viaje, las vivencias y los sentimientos, son exclusivamente mis visiones de los mismos y nada más. Cada uno de los 8 (o dentro de unos días 9) miembros del grupo tendrán las suyas, esto no pretende ser un compendio de todas ellas.
Dicho esto, el día de hoy comenzó temprano. El descanso en futón resultó tal y como lo recordaba, absolutamente reparador. Y eso que a los chicos nos faltó por poner debajo el refuerzo xD. En cualquier caso, entre el cansancio de las muuuuuchas horas del viaje, el día de más de 24 horas y la relajación del onsen, caímos rendidos. Y eso es genial para evitar definitivamente el jetlag, que no nos dio ningún problema a lo largo del viaje.
Como nos trasladábamos a otra ciudad apenas habíamos deshecho las maletas así que recogerlo todo fue coser y cantar. Antes de bajar a realizar el check-out, salimos a dar una vuelta por Kawaguchiko, para disfrutar de las vistas y del pueblo al poco de amanecer. Aprovechamos también para desayunar en el paseo.



Bajamos hasta el lago Kagawuchi, que le da nombre a la localidad y desde allí volvimos al riokan a recoger nuestras pertenencias a tiempo de coger el tren que nos bajaría de nuevo a las inmediaciones de Tokio. Desde allí nos montamos en el sinkansen Hikari, el tren bala japonés, para recorrer en sólo 3 horas la distancia que nos separaba de Kioto.
Al haber salido pronto, todo salió según lo planeado y llegamos a tiempo de comer en uno de los muchos locales de comida tradicional que había en la estación de Kioto, de los que tanto habíamos oído hablar.



Tras reponer fuerzas fuimos a recoger las llaves de nuestro nuevo alojamiento. Lloviznaba un poco pero el sitio estaba cerca. Al llegar nos agasajaron con café/té/zumo mientras rellenábamos los papeles oportunos. Para varios miembros del grupo fue una sorpresa que nuestro alojamiento, las tres noches que íbamos a pasar en Kioto, iba a consistir en una casa tradicional en mitad de un barrio residencial. No podía ser más auténtico.
Además, nos ofrecieron muy amablemente acercarnos las maletas y demás bultos en coche hasta allí, con lo que quedamos libres para poder continuar nuestras visitas.

Tras "arreglar el mundo" largo y tendido, emprendimos nuestro camino hacia Fushimi Inari, el templo de los 1000 toris. Llegamos justo en el momento en que queríamos, al anochecer. Es el momento perfecto para ver desaparecer el sol tras la colina en la que está construido. Es cierto que llegar unos minutos antes nos hubiera permitido hacer mejores fotos, pero para disfrutarlo fue inmejorable.
Durante el día se había celebrado algún tipo de festival, lo que dedujimos por la gran cantidad de japoneses vestidos con trajes de ceremonia que nos encontramos en nuestro paseo (además de por los puestos de comida que había a nuestra llegada, una pena que estuvieran cerrando ya). Lo que no logramos averiguar era qué festividad era.
Dimos un paseo por el recinto del templo y recorrimos el primer lazo de caminos, lo que en esencia son los 1000 toris y emprendimos nuestro camino hasta "casa".




El camino hasta allí fue todo por la zona residencial de Kioto, nada turística. Fue un paseo muy agradable. De camino encontramos el sitio perfecto para cenar y así se lo hicimos saber al dueño al preguntarle la hora de cierre ya que queríamos pasar a dejar las mochilas primero, lo bueno es que estábamos a 5 minutos escasos. Nos hicimos con la casa, descansamos un poquillo y volvimos para una buena cena.


El día terminó tras planificar la forma de domir (había que preparar todo el piso superior), asearnos (sólo había un baño y una ducha, pero quedamos muy equilibrados :D) y los planes del día siguiente.

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